En tiempos de pandemia “que lo esencial no sea invisible a los ojos”

En tiempos de pandemia “que lo esencial no sea invisible a los ojos”

El mundo entero atraviesa una crisis sin precedentes. La pandemia y las necesarias medidas que los gobiernos han tomado para su control generan un conjunto de efectos, entre ellos: aislamiento social, suspensión de actividades habituales tanto laborales como escolares o recreativas y una depresión de la actividad económica que, con el pasaje de las semanas tiende a profundizarse. Nos encontramos en una situación de crisis a nivel global. Crisis que impacta en la vida de todos y todas.

Desde diversos espacios se reafirma que la prioridad hoy es la salud, que debemos sumar todos los esfuerzos para derrotar la pandemia, que en eso debemos estar unidos. Mensaje que parece evidente y que no deja demasiado espacio para el cuestionamiento. Sin embargo, desde la perspectiva de los derechos de la niñez esta afirmación encierra algunos riesgos que debemos tener presentes.

Las definiciones de prioridades no son independientes de las miradas que se tengan sobre la realidad. Hoy se establece como prioritario evitar o acotar la propagación del virus, sin embargo, desde las organizaciones que trabajamos por y con la infancia no podemos olvidar la especificidad de los derechos de la niñez. Los Principios de la Convención sobre los Derechos del Niño son nuestros principales referentes para posicionarnos en este difícil momento. El Interés Superior del niño, junto con el principio de corresponsabilidad, el de no discriminación, el derecho a participar y la universalidad, indivisibilidad, interdependencia e integralidad, de estos derechos y principios deben ser nuestro marco de referencia en la toma de decisiones y la definición de prioridades.

Los niños, niñas y adolescentes no son la población más expuesta a la acción del virus, por tanto, no parece ser un grupo prioritario. Si bien se reporta algún caso de síntomas en niños o adolescentes, la principal amenaza que cae sobre la infancia no se centra en los aspectos médico sanitarios, sino en las secuelas psicológicas, sociales, económicas de esta situación y en su posible invisibilidad.

Más allá de la aparente ruptura de la continuidad temporal y la vivencia de un antes y un después del COVID 19, cada país, cada sociedad, cada familia llega a esta inesperada situación con sus recursos, herramientas, fortalezas y debilidades previas y es con ellas que la afronta.

Formamos parte de una región caracterizada por la desigualdad, con alto número de personas que desarrollan actividades laborales en la informalidad, con muy poca capacidad de ahorro frente a la paralización de la economía. La crisis tendrá efectos diferenciales según los niveles de vulnerabilidad social.

Como muchas veces se ha dicho, los niños y niñas están sobrerrepresentados en los grupos sociales más vulnerables. Parte de la corresponsabilidad, es la puesta en marcha de mecanismos solidarios a nivel de las comunidades que aseguren apoyo y suministros a quienes tienen dificultades para obtenerlos, difundan información de calidad y colaboren con el cumplimiento de las medidas impuestas por las autoridades sanitarias y transmitan en acciones concretas la preocupación de todos y todas por todos y todas.

Los padres, madres y adultos de referencia tienen gran responsabilidad en el apoyo, sostén, aporte de información, transmitiendo a los más pequeños de manera amigable la tranquilidad que necesitan sin ocultar los peligros reales.

 No podemos desconocer que el aislamiento social es para todos, pero no todos tienen las mismas condiciones para pasar la jornada entera dentro de sus viviendas. Existen viviendas precarias, con hacinamiento, sin conectividad ni servicios básicos. No es real que la crisis golpee y afecte por igual.

Al hablar de responsabilidades de las familias no podemos desconocer las inequidades en relación a las condiciones de ejercicio de la paternidad y maternidad. ¿Qué apoyo tienen los adultos para poder a su vez apoyar a niños y niñas? ¿Qué atención, tiempo y energía deben dedicar para resolver la sobrevivencia? ¿Qué respaldo familiar y comunitario tienen? ¿Cómo responden los Estados a estas situaciones? ¿Cómo estamos cuidando a los que cuidan? (y trasciende al personal de salud).

En familias a cuyo interior existe predisposición a la violencia, la situación de niños, niñas y adolescentes durante el aislamiento es especialmente preocupante. Sabemos que los hogares son un espacio de seguridad y protección, pero que también pueden ser el lugar más peligroso. Violencia, abuso y accidentes suelen tener el hogar como escenario. El encierro y el aislamiento hacen más intensas las relaciones, y con ellas los conflictos y violencias. En situaciones de abuso o maltrato, el acceso a la justicia se da a través de la intervención de terceros: docentes, personal de salud, pares, vecinos. La cuarentena corta u obstaculiza estos vínculos; incrementa la muralla entre lo público y lo privado y bloquea tanto los pedidos de ayuda como las posibles intervenciones oportunas.

En este contexto, el rol de los Estados es fundamental para garantizar los mínimos necesarios para una vida digna. No hay espacio para retrocesos. Una primera decisión es definir cómo se va a distribuir en la sociedad los costos de esta crisis.

Pensemos la salud en forma integral. Esto implica asegurar la alimentación, el acceso al agua potable, la continuidad de la educación, la garantía de transcurrir el aislamiento en un entorno amigable libre de violencias, el asegurar las condiciones mínimas necesarias para un desarrollo pleno.

Los Estados deben articular medidas y acciones especiales y efectivas de resguardo para garantizar el conjunto de sus derechos; o sea supervivencia, desarrollo, protección y ejercicio de ciudadanía priorizando a aquellos niños, niñas y adolescentes que presentan doble o triple condición de vulnerabilidad. Pero las urgencias no pueden invisibilizar la continuidad y la profundización de aspectos estructurales de nuestras sociedades que determinan la vulneración de derechos para amplios sectores de la población infantil. Debemos pensar en “la mañana después”.

La más básica prognosis hace suponer que la situación económica pos pandemia será especialmente dura. En la realidad de la región esto implica el agravamiento de las situaciones de inequidad, exclusión y privación ya endémicas en las Américas.

El análisis de los indicadores socioeconómicos deja en evidencia, que el acceso a sus derechos por parte de niños, niñas y adolescentes, está fuertemente asociado a los ciclos de la economía y los modelos que los Estados implementan para enfrentarlos.

Debemos evitar que la crisis económica venga asociada a retrocesos en el acceso a derechos. Esto depende de la voluntad política de los decisores, pero también de la incidencia que los organismos de infancia hagan a la interna de sus propios Estados, la movilización de la sociedad civil y la comprensión y accionar de los movimientos sociales en su conjunto.

Somos conscientes que la financiación de estas medidas requiere decisiones en la órbita económica, las políticas de infancia son siempre políticas redistributivas y esta no es una excepción. El funcionamiento de un sistema de protección requiere fondos permanentes. Es necesario transferir recursos de los sectores con mayores ingresos para cubrir las necesidades básicas de los más vulnerables, pero también para consolidar una institucionalidad que garantice derechos.

Desde el IIN proponemos inicialmente las siguientes medidas:

  • Blindar los presupuestos destinados a la niñez y la adolescencia y procurar incrementarlos de acuerdo a las circunstancias
  • Fortalecer los sistemas de promoción y protección de derechos, mejorar la integralidad, su gestión, articulación y eficiencia jerarquizando su presencia en los territorios.
  • Promover la organización de redes comunitarias de carácter intergeneracional que operen como promotores de derechos y ejecuten acciones concretas de sensibilización y de solidaridad activa.
  • Promover la participación de las organizaciones de niños, niñas y adolescentes incluyendo sus opiniones en todas las fases del ciclo de las políticas públicas.
  • Incidir ante los organismos internacionales de crédito y los cooperantes para priorizar las inversiones en niñez.

Ante la gravedad de la situación, reafirmemos nuestros principios: Interés, superior del niño, corresponsabilidad, no discriminación, participación, para que, como sucede con el coronavirus, lo esencial no sea invisible a nuestros ojos.