Los derechos de la niñez y la adolescencia ante un nuevo 1° de mayo
Los derechos de la niñez y la adolescencia ante un nuevo 1° de mayo
Este próximo 1° de mayo se vuelve a conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores, en homenaje a los Mártires de Chicago, obreros asesinados mientras reclamaban el derecho a la jornada de 8 horas diarias de trabajo. El 1° de mayo es un día de reivindicación y reflexión sobre los derechos y las luchas laborales, que en estas circunstancias que vivimos hace más de un año cobra un sentido particular.
En América Latina y el Caribe, el desempleo previo a la irrupción del COVID-19 era de cerca del 8% de la población económicamente activa. Este valor se ha incrementado por los impactos de la pandemia, que entre otras cosas, ha puesto en entredicho la posibilidad de continuar ejerciendo el trabajo asalariado y por cuenta propia de un sector importante de trabajadores, sumándolos a los que ya estaban privados de ese derecho. El subempleo y la informalidad son también dos fenómenos estructurales y de enorme extensión en la región. Datos de la Organización Internacional del Trabajo cifran la informalidad laboral en cerca del 50% de la fuerza de trabajo total.
Las relaciones de trabajo pautadas por el desempleo, la informalidad y los salarios deprimidos se traducen en otra problemática regional estructural agudizada por la pandemia: la pobreza y la indigencia. Durante el año 2020 crecieron ambas. Datos de la CEPAL muestran que mientras en 2019 el 30,5% de las personas eran pobres (187 millones de latinoamericanos), en 2020 son 33,7% (209 millones de personas). La indigencia por su parte aumenta de 11,3% (70 millones de personas) a 12,5% (78 millones de personas).
Estas carencias estructurales del mundo del trabajo impactan directamente sobre el ejercicio y la vulneración de los derechos de niños, niñas y adolescentes por múltiples vectores, desde las privaciones materiales e inmateriales producto de la pobreza hasta el trabajo infantil como forma de complementar los magros e inestables ingresos familiares. Pero impactan además sobre el horizonte de vida de cada niña y niño, siendo la desocupación entre los jóvenes tres veces superior a la de los adultos.
Los impactos del COVID-19 han agudizado el problema estructural de la falta de acceso a un trabajo decente en nuestra región, y esta problemática anuda de manera determinante con la vulneración estructural de los derechos de niñas, niños y adolescentes cuyos entornos están atravesados por estas privaciones.
Son cada vez más impostergables acuerdos nacionales que dispongan de la movilización de recursos a la escala necesaria para hacer frente a esta vieja pandemia: la falta de trabajo y empleo de calidad y sus consecuencias sobre las vidas de las niñas y niños de nuestra región.