Jugar, crear y recrear

Jugar, crear y recrear

28 de mayo-Día Internacional del Juego

 

Hablar del juego nos evoca momentos de diversión o entretenimiento realizando alguna actividad, en la que se pone en evidencia destrezas o habilidad de las personas. El juego forma parte de las actividades de ocio de la mayoría de adultos, quienes buscan ese recreo mental para disipar tensiones y encontrar realidades o espacios alternativos a los habituales, donde se puedan trasladar estrategias y tomar decisiones despojados de responsabilidades o compromisos. Es en esa re-creación donde se puede seguir reforzando la propia identidad, además de gozar de un momento agradable.

Desde algunas ciencias pedagógicas y de desarrollo humano que respaldan el aspecto lúdico en los aprendizajes, se promueve que las actividades habituales posean características dinámicas y creativas para mejorar el desarrollo de capacidades, de la construcción de vínculos, superar la presión o estrés, aligerar las tensiones y resolver conflictos, lo que conlleva a pensar también en espacios y momentos que estimulen el juego.  Para el mundo adulto, estas visiones en torno al juego se están reforzando en algunos sectores de la vida, conviviendo con el otro enfoque donde lo lúdico se atribuye solo al pasatiempo informal, el NO orden, la ausencia de productividad y a la irresponsabilidad. De ahí que se pueda afirmar que el juego se deba hacer en algún momento, espacio y hasta con personas específicas. Ambas visiones han sido proyectadas también al ser de niños, niñas y adolescentes, afirmando la importancia del juego para ellos y ellas, pero discrepando en su gestión, disposición y control.

Desde la perspectiva adultocéntrica[1], el seguimiento de normas, la responsabilidad y productividad son rasgos propios del ser adulto, por lo que le restan valor al juego y lo asocian con niños y niñas principalmente; entendiéndolo como un medio de entretenimiento o distracción, o como método de socialización para adolescentes; siendo las y los adultos quienes gestionan estas posibilidades: establecen los tiempos, lugares, momentos, herramientas y personas para «jugar».

Hoy en día la pandemia y su correspondiente cuarentena han puesto de manifiesto lo ‘conflictivo que es jugar’ para y con los niños, niñas y adolescentes: han perdido sus espacios naturales (socialmente aprobados) para el encuentro, el movimiento y la recreación con sus pares, además de transformar el relacionamiento con los adultos autorizados para gestionar los juegos (educadores/as por excelencia) y los medios para hacerlos, con una alta demanda de aparatos digitales, en tiempo real y en espacios reducidos. Sin embargo, la paradoja es que no solo el niño/a ha sido interpelado, el mismo mundo adulto/a ha transformado sus divertimentos y socialización, valorando la importancia de ese ejercicio de libertad, alegría y encuentro que le brinda el juego.

El 28 de mayo se celebra el «Día Internacional del juego[2]» para reivindicar su importancia dentro de los procesos de socialización, desarrollo y participación plena de las niñas, niños, niñas y adolescentes. Consagrado en la Convención de los Derechos del Niño (1989), el Artículo 31 expresa “que los Estados partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes«.

Posteriormente, con el objetivo de aumentar su comprensión y asegurar su respeto y garantía a la luz de los cambios que se vienen dando en el mundo, el Comité de los Derechos del Niño emite la Observación General N.° 17 “Sobre el derecho del niño al descanso, el esparcimiento, el juego, las actividades recreativas, la vida cultural y las artes” (2013); movilizado además por las dificultades que muchos niños y niñas tienen para su acceso en condiciones de igualdad, con particular atención a grupos vulnerables y minorías. Un ejemplo de esto último es lo habitual en sociedades agrícolas o en el trabajo doméstico donde los niños y niñas juegan en sus contextos con responsabilidades relacionadas a su edad, asumiendo más cargas en la adolescencia.

Esto atribuye a las familias, educadores/as, a la comunidad y a los Estados el compromiso para elaborar todas las medidas de aplicación, las estrategias y los programas para hacer realidad y poner plenamente en práctica los derechos definidos en el artículo 31, además de asumir directrices para operadores, incluyendo al sector privado y a la sociedad civil.

Desde este enfoque, es casi indiscutible que el juego sea una fuente de alegría, descubrimientos, retos y satisfacciones para los niños, niñas y adolescentes; promoviendo además el balance físico, desarrollo del lenguaje, cognitivo, afectivo y vincular. El punto de inflexión está en los modelos sociales en los que el juego se implementa: jugar a, jugar con, jugar en, jugar para, jugar hasta. Son ellos y ellas mismas quienes dan cuenta de la importancia de elegir sus propias actividades, junto a sus amigos, donde exista la menor presencia del enfoque adultocentrista de imponer orden, normas, condicionantes y límites.

Particularmente el juego se ha pensado o tiene mayor presencia en espacios especiales y exclusivos para niños, niñas y adolescentes, generando un aislamiento o separación de los adultos. Es aquí donde los Estados deben intervenir para proteger y fortalecer estos espacios, pero para habilitar la posibilidad de que el juego pueda extenderse en otros espacios de convivencia. Incluso la misma ciudad es un elemento central donde los niños, niñas y adolescentes pueden jugar, apelando a esa aproximación a su arquitectura, organización vial, dinámica social y hasta en las decisiones políticas. No se trata de «infantilizar la ciudad» o de crear «áreas para niño/as» con toboganes y cajones de arena, sino de generar la inclusión de ellos y ellas en la dinámica ciudadana. Toda esta perspectiva de «Ciudad para los Niños’ ha sido un trabajo inagotable del educador, ilustrador y ahora filósofo Francesco Tonucci (Italia, 1991), llegando a generar compromisos políticos en muchas ciudades en Latinoamérica y el mundo. Esto supone la necesaria convicción por transformar la ciudad, volviéndolo un lugar más amigable y accesible, libre de violencia.

«Los pequeños no quieren estar recluidos en su habitación para jugar, ni en ludotecas, ni en todos esos espacios que construimos para que estén controlados» F.Tonucci.

 

[1] El adultocentrismo hace referencia a un tipo de visión del mundo y del relacionamiento social donde las personas adultas ostentan el poder hegemónico en las relaciones sociales, propiciando asimetrías con otras personas, generalmente infancias, adolescencias, juventudes o personas mayores.

[2] Se le atribuye la iniciativa del Día Internacional del juego a la Dra. Freda Kim (Asociación Internacional de Ludotecas, 1999), dándose a conocer y generando adhesiones desde 2008.